MODO. To Found, to Cut, to Stack, to Fold and Other Possible Solutions to Alter a Form
Parra & Romero | Madrid
From November 2024 – 15 February 2025
Nos complace anunciar la nueva exposición de Wolfram Ullrich en nuestro espacio de Madrid donde se incluyen obras desde los años 1990 hasta el presente.
Cada acción origina una infinidad de de posibles permutaciones que generan a su vez incontables formas, espacialidades y percepciones. En la obra de Wolfram Ullrich (Würzburg, Alemania, 1961) estos gestos tienen un papel fundamental: cortar, plegar, apilar o dividir son algunas de las soluciones que de hecho han acabado dando nombre a algunas de sus series más reconocidas.
MODO: Encontrar, cortar, apilar, doblar y otras posibles soluciones para alterar la forma pretende hacer un recorrido comprensivo por la investigación y evolución de algunas de esas miradas sobre la forma con las que Ullrich ha venido operando desde los años 80.
En algunas de sus primeras obras ya podemos encontrar un interés por profundizar en las posibilidades que ofrece el acero, material con el que el artista ha venido trabajando hasta el día de hoy. La obra de Wolfram Ullrich es ante todo una investigación sobre la idea de límite. Muchas de sus series parten de ahí. Para comprender los límites de la propia materia, es necesario comprender cómo funciona su espacialidad, pero también cómo afecta el tiempo a la materia.
Como producto de la corrosión, inherente a cualquier material, el artistas toma la condición de óxido como una discusión sobre las posibilidades del soporte, convirtiendo la propia condición cambiante del metal en una propuesta sobre el color. El acero pierde su condición de materia estable y duradera y se convierte en algo procesual. Ya que el óxido cambia con el tiempo, podemos pensar en estas piezas como un “trabajo en progreso” en el que la pieza cambiarán ligeramente
con el tiempo. A su vez, existe una conexión con las primeras obras donde Wolfram investigaba las posibilidades del Objet trouveé. Incluso se anticipan a sus últimas series.
Para entender la importancia en su práctica del doblado podemos recuperar el ejercicio con el que Josef Albers solía comenzar su curso como profesor de la Bauhaus. El artista proponía a sus alumnos diseñar una casa con tan solo un elemento, un papel. Dentro de los límites del papel caben, en potencia, todos los proyectos arquitectónicos pasados, presentes y futuros. Es la virtud de la hoja en blanco: el beneficio de la duda. También es sabido que cuando todos sus alumnos finalmente entregaban sus propuestas (plantas, alzados, vistas isométricas, a mano alzada, a lápiz, a tinta) Albers mostraba cómo con un simple gesto, y sin más herramienta que una mano, podía resumirse, catalizarse y sublimarse toda la historia de la arquitectura: plegando el papel por la mitad.
Para Ullrich esta idea no es extraña. Aunque su obra remite necesariamente al acero, todas sus obras, en esencia, tienen una estrecha relación con el papel. Wolfram define su proceso creativo partiendo del papel, primero con bocetos y luego con maquetas donde se abre paso esa espacialidad tan particular que sólo permite el juego de la flexibilidad. Quizás por eso sus obras resultan ligeras y limpias. En estas intervenciones no es tan importante el pliegue como el espacio que genera ese hueco, no tanto la materialidad de la pieza como ese lugar intersticial definido por la proyección de su sombra. El color uniforme de sus superficies se transforma en un juego cromático y el pliegue deviene cobijo o una suerte de espacio posible en el interior de la pared.
Una operación tan sencilla como lo es cortár, da lugar a una gran cantidad de posibilidades. El corte, por breve que sea, abre la materia, deshace las costuras de la forma inicial. Lo que hay detrás o dentro se revela. Así, un corte puede cambia la forma del cuerpo y también su relación con lo que le rodea. El corte hace visible la tensión interior/exterior de la materia y forma una suerte de sistema.
Wolfram Ullrich corta acero, no papel. Esta afinidad por el metal, que ya era evidente en sus primeros años como artista, comenzó con su fascinación por la durabilidad y resistencia de dicho material. Pero el acero tiene su propia precisión, su propia inmediatez. En sus primeras obras de los años 1980 este gesto tuvo un rol protagonista. Décadas después, en piezas como las pertenecientes a la serie BASIS, esta idea del corte se asemeja más a una suerte de prospección del acero, una forma de investigar o reflexionar sobre las propias hechuras de la materia.
Otra preocupación fundamental en la práctica artística de Ullrich en los últimos años ha sido encontrar las diferentes tipologías de relaciones posibles entre dos o más cuerpos. A principios de 1980 inició esta propuesta investigando las posibilidades que ofrecían las intervenciones de división o escisión de la forma. Como consecuencia, comenzó a investigar esta idea sobre la interacción de dos formas que se repelen y al mismo tiempo se atraen a través de su serie Split. Este concepto ha evolucionado de forma orgánica dando lugar a series como Towering, The Edge o su más reciente The Orbit.
Primero dividir, luego apilar, separar y por último orbitar. En todos estos procesos se intuye una secuencia, un cuerpo que se separa en dos, tres o más partes, casi como la evolución de un proceso de meiosis. Esta investigación casi celular confiere a todas estas series un significado casi vivo y definitivamente animado. Estudiando todas las posibles relaciones entre estos cuerpos, Wolfram ha ido generando su corpus más reciente.
Alejándose de los estrictos límites del arte concreto, sin dejar de respetarlos, ha conseguido encontrar un lenguaje formal propio. La idea del Filo funciona como tipología bisagra en todas estas nuevas obras, añadiendo la ilusión de una la tercera dimensión incluso cuando la relación entre los diferentes planos de sus obras sólo tiene lugar en el espacio bidimensional de la pared. Así, el Filo es testigo de la existencia de algo más allá fuera del plano. Una tercera dimensión que el artista intencionadamente no ha querido romper.
En esta relación forma-espacio tan importante en la obra de Wolfram Ullrich, una de sus series donde se hace más evidente y decisiva la expanción y ocupación del lugar son sus llamadas Islas. Estas islas limitan el movimiento de cualquier otro cuerpo que entre en la misma habitación/ecosistema donde dormitan. Es, quizás, la serie donde la obra de Wolfram adquiere una mayor esencia minimalista.
Es difícil no asociar la casuística de la isla al lugar inhóspito donde la única relación posible es contigo misma y con los límites de la isla. Esas obras que parecen emerger del suelo parecen convertirse en la metáfora de esa barrera geográfica perfecta, un límite natural intrasgredible, que tiene capacidad de ordenar y definir, con su mera presencia, nuestra relación con el espacio.
La obra de Wolfram Ullrich (Wurzburg, 1961) Ha sido expuesta internacionalmente en algunas de las más importantes instituciones y museos entre las que se encuentran: Kunsthalle Weishaupt, Ulm, Alemania (2024); Museum Konstruktiv-Konkrete Kunst, Ulm, Alemania (2022); Museum für Konkrete Kunst, Ingolstadt, Alemania (2019); Museo d’arte Contemporanea, Lissone, Italia (2019); Museo Marca, Catanzaro, Italia (2018); Museum im Kulturspeicher, Wurzburg, Alemania (2007); Musée d’art et histoire, Neuchâtel, Suiza (2009); Museum für Konkrete Kunst, Ingoldstadt, Alemania (2016); Museo delle Arti, Cantazaro, Italia (2019); Kunsthalle Messmer, Riegel, Alemania (2020) entre otras.
We are pleased to announce our new exhibition by Wolfram Ullrich in our space in Madrid including a selection of works from the 90s to the present.
Every action originate an infinite number of permutations that also generate countless forms, spatialities and perceptions. In the work of Wolfram Ullrich (Würzburg, Germany, 1961) these gestures take on a special role: Cutting, folding, stacking, dividing are some of the solutions that have in fact given name to some of his most recognizable series.
MODO: To Found, to Cut, to Stack, to Fold and Other Possible Solutions to Alter a Form aims to take a comprehensive tour of the research and evolution of some of those views on the way with which Ullrich has been operating since the 80s.
In some of his first works we can already find an interest in delving into the possibilities offered by steel, a material with which the artist would end up working to this day. Wolfram Ullrich’s work is above all an investigation into the idea of limits, many of his series starts from there. To understand the limits of matter itself, it is necessary to understand how not only how spatiality works, but alsohow time affects matter.
As a product of corrosion, it is an inherent component of any material, thus getting around the discussion of support versus colour, since here the colour is, as it were, a component of the support. Yet it does not have an enduringly stable character but rather something processual, since the colour of rust changes over time.We can think about these pieces as a ‘work in progress’ as they will change slightly over time.
Simultaneously, there is a connection to Wolfram Ullrich’s early found-object pieces here. There is even an anticipation of the latest works: the potential of the edges is already inherent in many of these works of and with rust from the 1980s, where they have been treated with oil. That changes the colours and produces an interplay of smooth and matt surfaces.
To understand the importance of the act of folding, let’s think about the exercise with which Josef Albers used to begin his course as a Bauhaus professor. The artist proposed to his students to design a house with just one element: a piece of paper. Within the limits of the paper potentially all past, present and future architectural projects fit. It is the virtue of the blank page; the benefit of doubt. It is also known that when all his students finally submitted their proposals (plans, elevations, isometric views, freehand, in pencil, ink) Albers showed how with a simple gesture, and with no other tool than a hand, it could be summarized and catalyzed the entire history of architecture by folding the paper in half.
For Ullrich this idea is not extrange. Although his work necessarily refers to steel, all his works, in essence, have a close relationship with paper. Wolfram begins to define his creative process from paper, first with sketches and then with models where that particular spatiality makes its way that only allows the play of flexibility. Perhaps that’s why his works feel light and clean. In these interventions, the fold is not as important as the space generated by that gap, not so much the materiality of the piece as the definition of a place defined by the projection of a shadow generated by the light on the piece. In these works, whether completely or only partially coloured, the fold and the shifted positions of the planes relative to one another produce these zones of light and shadow, however matt the paint employed may be. This results in the paint on the spatial structures on the wall no longer seeming as monochrome as when it was applied.
Anyone who cuts into something changes its form with a relatively small intervention. The cut, however short, opens the initial material. What is behind shines through. A cut thus changes the form not only inwardly, but also its relationship to its outside. The cut makes the tension between inside and outside visible. The outside has an inward effect for the first time: the two dovetail to form a coherent system. By means of the cut, the initially calm form at the outset is set in motion for the first time, which has an influence on both the form and the surrounding space.
Wolfram Ullrich does not cut paper; he cuts steel. This affinity to metal, which was already evident in the 1980s, is based on a fascination with the durability and resistance of this hard material. Both things distinguish it clearly from paper. Steel has its own precision, its own immediacy. The first works where this cutting gesture played a leading role were made in the 1980s. Decades later, in pieces such as those corresponding to the BASIS series, these cuts can be more similar to terrain tastings, a way of investigating, proposing or reflecting on what matter is made of.
Another fundamental concern of Wolfram Ullrich’s artistic practice in recent years has been to find the different typologies and possible processes between two or more bodies. At the beginning of the 80’s he began this proposal where he investigated the possibilities of division or excision of the form. The consequence of this act of splitting or division that Wolfram began to investigate in the 80s is this idea about the interaction of two forms that repel and at the same time attract each other through his Split series. This idea has been organically transforming, focusing more on dialogue, on the relationship between forms, giving rise to interventions where interstitial spaces gain prominence, where that dichotomous force exerted by an orbit becomes more visible.
First split, stack after that, separate and lastly orbit the forms. In all these processes a sequence is intuited, a body that separates into two, three or more parts, almost like the evolution of a meiotic process. This almost cellular investigation gives all these series an almost living, animated meaning. Studiying all the possible relationships between these bodies, Wolfram has been generating his entire recent corpus.
In departing from the strict boundaries of Concrete Art, he ultimately arrived at his own unmistakable formal language, which requires the edge, as it were. It functions as a hinge that transfers his works, both in actual and perspectival terms, into the third dimension, even if the relationship between forms only take place in a two dimensional space. The edge is the witness that something else exists outside the plane. That third dimension that the artist intentionally did not want to break.
Since the relationship between the work and the space is so important in Wolfram Ullrich’s oeuvre, one of his series where the form expands more and occupies the space more decisively are the so-called Islands. These islands limit the movement of any other body that enters the same room/ecosystem where they doze. It is, perhaps, the series where Wolfram’s work acquires a greater minimalist essence.
Thus, The island becomes a metaphor for that perfect geographical place, a non-transgressible natural limit, which has the capacity to order and define, with its mere presence, space.
The work by Wolfram Ullrich (Wurzburg, 1961) has been exhibited worldwide including important institutions such as Kunsthalle Weishaupt, Ulm, Germany (2024); Museum Konstruktiv-Konkrete Kunst, Ulm, Germany (2022); Museum für Konkrete Kunst, Ingolstadt, Germany (2019); Museo d’arte Contemporanea, Lissone, Italy (2019); Museo Marca, Catanzaro, Italy (2018); Museum im Kulturspeicher, Wurzburg, Germany (2007); Musée d’art et histoire, Neuchâtel, Switzerland (2009); Museum für Konkrete Kunst, Ingoldstadt, Germany (2016); Museo delle Arti, cantazaro, Italy (2019); Kunsthalle Messmer, Riegel, Germany (2020) among others.