A Continuous Act With a Specific Form
Parra & Romero | Santa Gertrudis
28 April – 17 June 2023
Parra & Romero se complace en anunciar la continuación de nuestra exposición Turi Simeti. A Continuous Act With a Specific Form esta vez en nuestro espacio de Santa Gertrudis (Ibiza)
Dominado por la urgente necesidad de reconstruir todo lo destruido durante la segunda Gran Guerra, el arte a inicios de la segunda mitad del siglo XX es existencialista, expresivo y matérico. En pintura, la subjetividad del artista se traslada a la obra en la inmediatez que el cuerpo imprime a la materia a través del gesto irrepetible, único y genial. De las vanguardias de la preguerra apenas queda el recuerdo de unos pocos pioneros de la invención. Ni las instituciones ni el mercado del arte están en Europa listas para oxigenar una atmósfera pesada, polvorienta y que todavía contiene el humo y los rescoldos de la barbarie de la irracionalidad humana y la debacle económica y política de la contienda.
No será hasta finales de los años 1950 que una nueva generación de artistas que han vivido la guerra como niños, no como adultos que han participado en la batalla, van a proponer una serie de cortes profundos en las maneras de hacer arte. Estas nuevas metodologías no fueron sólo formales o materiales. La incubación del denominado “big bang” del arte, una eclosión que hace que el arte moderno se dirija a grandes velocidades en muchos sentidos diferentes al mismo tiempo, tiene lugar tanto en territorio europeo como en el americano y se identifica bajo diversos nombres, grupos, tendencias, conceptos o estilos. La generación de artistas que inician su actividad a finales de los años 50 buscará basarse en el ejercicio de la razón y cambiará no sólo la manera de hacer arte y de exhibirlo sino la manera de percibirlo.
En ciudades europeas que no son capitales de país, como Düsseldorf, Milán, Berna, Amberes o Rotterdam tendrán lugar exposiciones y eventos cuyos participantes comparten una serie de características comunes: su obra se expresa en oposición a sus predecesores, huyendo de la gestualidad y de las condiciones matéricas de la pintura informalista o “tachista”. Los entornos de grupo ZERO (Heinz Mack, Otto Piene y Gunther Uecker) en Düsseldorf o de la galería Azimut (Piero Manzoni y Enrico Castellani) en Milán funcionarán como grandes centrifugadoras de ideas, exposiciones y eventos y, en un breve período de tiempo, agitarán profundamente las conciencias estéticas de una nueva sociedad que emerge y se recompone.
Todos los artistas asociados en torno a estos grupos y a las numerosas exposiciones que tienen lugar en la geografía centroeuropea manifiestan una fascinación filial con Lucio Fontana, cuyas obras e ideas expresadas en manifiestos y entrevistas sirven de argamasa entre posiciones estéticas que por lo demás varían profundamente. El rechazo a la expresión gestual se le une el cultivo de la monocromía en obras con colores planos, sin gradaciones o mezclas y que evitan mostrar la huella de manos humanas. Algunas de estas obras parecen hechas por máquinas y con frecuencia recurren a representaciones seriales donde se repiten motivos y estructuras. Los materiales tradicionales como la pintura al óleo y el lienzo empiezan a alterar sus relaciones y, desde que Fontana “acuchillase” la tela en busca de la representación de un nuevo tipo de espacio pictórico, metáfora del espacio en sí mismo como condición de la existencia, artistas como Manzoni, Bonalumi y Castellani perpetrarían otras “vueltas de tuerca”, nuevos avances en la consideración del espacio pictórico. Tanto Bonalumi como Castellani, así como sobre todo Turi Simeti, utilizarán el espacio del cuadro y el material básico del mismo, la tela, de manera escultórica, alterando la relación entre fondo y figura, entre soporte e imagen. En esencia, el soporte se vuelve imagen y ésta se hace indistinguible del primero Inspiradas por la geometría, las obras de estos artistas parecen el producto de una mente calculadora, fría y desapasionada, desprendida de toda actividad sentimental. Ni agonía ni angustia, no hay gradación de matices. Se materializa la versión europea de la expresión “What you see is what you get” (Lo que ves es lo que hay). Las obras de Turi Simeti son ensayos tridimensionales a partir de una superficie plana en la cual se “inserta” una forma geométrica concreta, la elipse. La separación de la forma y la superficie del cuadro, la adquisición de una tercera dimensión con un volumen prominente conlleva, como en las obras de Bonalumi o Castellani, la aparición de sombras y efectos ópticos que dependen de la luz ambiental. La obra es una entidad cerrada y acabada en sí misma, pero abierta en cuanto a su capacidad de estímulos visuales.
La exposición actualmente presentada en Ibiza está relacionada con la primera retrospectiva del artista, organizada por la galería Parra & Romero en Madrid. Se presentan aquí ocho obras de los últimos años de la vida del artista y altamente representativas del período maduro de la confirmación de su método. Las obras son de colores planos aplicados uniformemente sobre telas que muestran elasticidad al adaptarse a la presencia de volúmenes elípticos –la forma definitoria de la obra de Simeti, que se ordenan de manera pautada y geométrica. Desde la antigua Grecia, los pensadores pitagóricos insuflaron en la cultura occidental la idea de que la estructura profunda de la realidad, que no podemos percibir a simple vista, es matemática. Una conciencia que une arte y ciencia, invención plástica e innovación técnica y material domina el paso de los años 1950 a la próxima década, en la que el éxito de la industria llenará la vida cotidiana de los ciudadanos europeos y americanos de objetos, instrumentos y utensilios. En Italia, y sobre todo en la industriosa ciudad de Milán, donde Simeti se establece desde 1968, las artes visuales conviven estrechamente junto a la literatura y el teatro experimentales, la arquitectura, el diseño, las nuevas disciplinas humanísticas y sobre todo, las incipientes tecnologías digitales.
Si consideramos que repetición y variación son condiciones de la invención, las obras de Simeti nos remiten a un mundo ordenado y racional, lejos de la algarabía matérica del expresionismo y del informalismo que ha dominado la escena durante tantas décadas.
Las ideas estéticas promulgadas por estos artistas desde finales de los años 1950 y que se extienden hasta nuestros días parecen emparentadas sólo formalmente con el minimalismo americano. Aunque las investigaciones desarrolladas en Europa desde el rechazo a la gestualidad preceden a las americanas cronológicamente. La realidad es que, a mediados de los años 1960, las Nuevas Tendencias artísticas, como se llegó a englobar las múltiples prácticas del arte del momento, se verán superadas en impacto mediático y público por la eclosión del arte pop americano. La carrera de Simeti, que participa en exposiciones memorables como Nouvelle Tendance en Zagreb (1965), Arte Programmata en Mián e itinerante por Estados Unidos, Aktuel 65 (1965) o Weiss auf Weiss (1966) entre otras muestras memorables, discurre con tanta discreción como constante es el vocabulario de su pintura.
Desde finales de los años 1960, Simeti se entrega a una investigación permanente que sitúa la innovación en la repetición y en la variación. Es más, es en la perpetuación infinita de una metodología básica, un vocabulario con pocos signos, en la ascesis que puede producir la naturaleza combinatoria de un número exiguo de elementos que parece situarse la apuesta radical de Simeti. Apuesta por lo demás similar a las de otros artistas coetáneos o posteriores como Carl André, Daniel Buren o Niele Toroni, entre muchos otros. Simeti es uno de los pioneros que rechazan la obligación de la novedad permanente y que identifica la belleza de su obra con la constancia y la permanencia.
Texto Cur.: Bartomeu Marí
Parra & Romero is pleased to announce the continuation of our exhibition Turi Simeti A Continuous Act With a Specific Form, this time at our gallery space in Santa Gertrudis (Ibiza).
Dominated by the urgent need to rebuild all that was destroyed during World War II, art at the beginning of the second half of the 20th century was existential, expressive and materialistic. In painting, the subjectivity of the artist was transferred to the work with the immediacy that the body imprints onto the material through an unrepeatable, unique and brilliant gesture. From the pre-war avant-gardists, only memories of a few inventive pioneers remains. Neither the institutions, nor the art market in Europe were ready to oxygenate a heavy, dusty atmosphere that still contained the smoke and embers of the barbaric human irrationality and the economic and political debacle of the war.
Dominated by the urgent need to rebuild all that was destroyed during World War II, art at the beginning of the second half of the 20th century was existential, expressive and materialistic. In painting, the subjectivity of the artist was transferred to the work with the immediacy that the body imprints onto the material through an unrepeatable, unique and brilliant gesture. From the pre-war avant-gardists, only memories of a few inventive pioneers remains. Neither the institutions, nor the art market in Europe were ready to oxygenate a heavy, dusty atmosphere that still contained the smoke and embers of the barbaric human irrationality and the economic and political debacle of the war.
It was not until the late 1950s that a new generation of artists, who had lived through the war as children, not as adults having participated in battle, would propose a series of deep cuts from the ways of creating art. These new methodologies were not just formal or material. The incubation of the so-called “big bang” of art, a hatching that made modern art move at great speed in many different directions simultaneously, took place in both European and American territories and was identified under various names, groups, tendencies, concepts or styles. The generation of artists who began their activity at the end of the 1950s sought to base themselves on the exercise of reason and changed not only the way art was made and exhibited, but also the way it was perceived.
In European cities that weren’t national capitals, such as Düsseldorf, Milan, Bern, Antwerp and Rotterdam, exhibitions were held with participants that shared a series of common characteristics: their work was expressed in opposition to their predecessors, fleeing from the gestural and material conditions of Informal or “Tachist” painting. The environments of the ZERO group (Heinz Mack, Otto Piene and Gunther Uecker) in Düsseldorf or the Azimut gallery (Piero Manzoni and Enrico Castellani) in Milan, functioned as great centrifuges of ideas, exhibitions and events and, in a short period of time, profoundly shook the aesthetic consciences of a new society that was emerging and recomposing itself.
All the artists associated with these groups and the numerous exhibitions held in Central Europe showed a filial fascination with Lucio Fontana, whose works and ideas, expressed in manifestos and interviews, served as mortar between aesthetic positions that varied profoundly. The rejection of gestural expression is joined by the cultivation of monochrome in works with flat colours, without gradations or mixtures, and which avoid showing the imprint of human hands. Some of these works looked as if they were made by machines and often resorted to serial representations, in which motifs and structures are repeated. Their relationship with traditional materials such as oil paint and canvas was altered and, ever since Fontana “slashed” the canvas in search of a new type of pictorial space, a metaphor for space itself as a condition of existence, artists such as Manzoni, Bonalumi and Castellani would perpetrate other “twists and turns”, new advances in the consideration of pictorial space. Both Bonalumi and Castellani, and above all Turi Simeti, would use the space of the painting and its basic material, the canvas, in a sculptural manner, altering the relationship between background and figure, between support and image. In essence, the support becomes the image and the image becomes indistinguishable from the support. Inspired by geometry, the works of these artists seem to be the product of a calculating, cold and dispassionate mind, detached from all sentimental activity.
Neither agony nor anguish, there is no gradation of nuances. The European version of the expression ”What you see is what you get” materialized. Turi Simetis’s works are three-dimensional essays layed upon a flat surface, in which a specific geometric form, the ellipse, is “inserted”. The separation of the form and the surface of the painting, the acquisition of a third dimension with a prominent volume entail, as in the works of Bonalumi or Castellani, and the appearance of shadows and optical effects that depend on the ambient light. The work is a closed and finished entity in itself, but open in terms of its capacity for visual stimuli.
Neither agony nor anguish, there is no gradation of nuances. The European version of the expression ”What you see is what you get” materialized. Turi Simetis’s works are three-dimensional essays layed upon a flat surface, in which a specific geometric form, the ellipse, is “inserted”. The separation of the form and the surface of the painting, the acquisition of a third dimension with a prominent volume entail, as in the works of Bonalumi or Castellani, and the appearance of shadows and optical effects that depend on the ambient light. The work is a closed and finished entity in itself, but open in terms of its capacity for visual stimuli.
The exhibition currently on show in Ibiza is related to the artist’s first retrospective, organized by the Parra & Romero gallery in Madrid. Presented here are eight works from the last years of the artist’s life that are highly representative of the mature period, substantiating his method. The works, flat colors applied uniformly on canvases, show elasticity by adjusting to the presence of elliptical volumes – the defining form of Simeti’s work, which are arranged in a patterned, geometric fashion.
Since ancient Greece, Pythagorean thinkers instilled in Western culture the idea that the deep structure of reality, which we cannot perceived with the naked eye, is mathematical. An awareness that unites art and science, plastic invention and technicality, as well as material innovation dominated the transition from the 1950s to the following decade, in which the success of industry filled the daily lives of European and American citizens with objects, instruments and utensils. In Italy, and especially in the industrial city of Milan, where Simeti had been based since 1968, the visual arts lived side by side with experimental literature and theatre, architecture, design, the new humanistic disciplines and, above all, emerging digital technologies.
If we consider that repetition and variation are conditions of invention, Simeti’s works refer us to an ordered and rational world, far removed from the materialistic hustle and bustle of expressionism and informalism that has dominated the scene for so many decades.
The aesthetic ideas promulgated by these artists since the end of the 1950s and extending to the present day seem only formally related to American minimalism. Although the research developed in Europe since the rejection of gesturalism, it precedes the American ones chronologically. The fact is that, in the mid- 1960s, the New Artistic Tendencies, as the multiple art practices of the time came to be encompassed, were surpassed in terms of media and public impact by the emergence of American pop art. Simeti’s career, which took part in memorable exhibitions such as Nouvelle Tendance in Zagreb (1965), Arte Programmata in Milan and touring exhibitions in the United States, Aktuel 65 (1965) and Weiss auf Weiss (1966), among other memorable shows, was as discreet as the vocabulary of his painting was constant.
Since the late 1960s, Simeti has been engaged in an ongoing research that places innovation in repetition and variation. Indeed, it is in the infinite perpetuation of a basic methodology, a vocabulary with few signs, in the asceticism that can be produced by the combinatory nature of a small number of elements that Simeti’s radical commitment seems to be situated. His approach, furthermore, is similar to those of other contemporary or later artists such as Carl André, Daniel Buren and Niele Toroni, among many others. Simeti is one of the pioneers who rejected the obligation of permanent novelty and who identified the beauty of his work with constancy and permanence.
Cur. text: Bartomeu Marí