Tenir pendant que le balancement se meurt
Madrid | 22 Feb. – 8 Apr. 2017
La exposición Tenir pendant que le balancement se meurt se presenta bajo un título narrativo que, a pesar de que no restringe el relato ni la acción, permanece como un misterio. ¿Se trataría, pues, de un movimiento perpetuo, que implica una ausencia de fricción y una transformación de la energía? La exposición se articula en dos instalaciones: una película y una serie de lienzos pintados, gracias a los cuales Philippe Decrauzat lleva la percepción a sus límites, hacia el eclipse, el vértigo, la discontinuidad y la ralentización. El título hace referencia a un guión del escritor Samuel Beckett (Film, Samuel Beckett y Alan Schneider, 1965). En la primera parte de la exposición se presenta, como found footage, una nueva edición de la primera secuencia de Film, proyectada sobre un espejo colgante que va girando. Gracias a este ingenioso dispositivo, un ojo y su parpadeo aparecen proyectados en bucle sobre el espejo y difractados, proyectados sobre las paredes y ocultos por el espejo que obstaculiza el haz del proyector. En la segunda parte de la exposición encontramos una serie de pinturas blancas y negras en degradado vertical, colgadas a lo largo de las cuatro paredes, que se ven realzadas por una plataforma negra reflectante. La muestra en su conjunto evoca la historia de la óptica: desde el panorama a la pantalla negra digital, con instrumentos clásicos de perspectiva como el espejo negro del siglo XVII y la camera obscura o los juegos ópticos como el praxinoscopio (1876) y el fenaquistiscopio (1832), que creaban sensación de movimiento a partir de una secuencia de imágenes fijas.
Philippe Decrauzat ha basado su exposición en la galería Parra & Romero Tenir pendant que le balancement se meurt en el ámbito de la percepción visual, de su instrumentalización, de su ocultamiento y de la persistencia retiniana. Es por ello que Goethe (en su Teoría de los colores, 1810) relaciona la camera obscura con la tradición renacentista de generar una percepción incorporada. La persistencia retiniana, esa imagen remanente que queda de un fenómeno exterior, surge cuando cerramos los ojos. La percepción óptica, en cambio, no podría ser reducida o moldeada en un a cámara oscura puesto que ésta es física, neurológica, subjetiva. A su manera, Philippe Decrauzat ha tomado el título de la película de Beckett para transformarla en una pieza cuyo único cuadro es un ojo que nos mira y su párpado en movimiento. Pero el artista no se conforma con esta mise en abîme de la mirada o su situación reflexiva. Philippe Decrauzat presenta una alternancia entre aquello que percibe y aquello que es percibido, el sujeto y el objeto, la percepción y el eclipse. Toda la historia de la óptica, desde la perspectiva clásica a los modernos instrumentos de cinematografía, ha tratado de imponerse como un elemento natural, neutral, transparente e incorpóreo. Siguiendo a Goethe y los inventores pre- cinematográficos, Philippe Decrauzat subvierte la experiencia perceptiva para poner de relieve los elementos que la integran (Jonathan Crary, “Techniques of the observer”, October, 1988). El film, de hecho, supone una continuidad respecto a los juguetes del siglo XIX en tanto que procede de la animación de imágenes fijas: «Take on/ No Take (an anagram of Keaton), que muestra un solo ojo iluminado por un punto de luz. Interior, exterior, el reflejo de la luz sobre la córnea se detiene en los momentos de parpadeo. Estas interrupciones permiten hacer cortes en la secuencia antes de re-editarla, siguiendo todas las posibles variaciones para extender este movimiento en el tiempo» (Philippe Decrauzat).
Philippe Decrauzat concibe la exposición como una caja de resonancia donde los dispositivos hacen eco, se contaminan: el parpadeo corresponde al obturador del proyector dejando pasar la luz de manera intermitente, la rotación de la imagen proyectada a la línea panorámica que forman los cuadros, el número de cuadros se identifica con las 24 imágenes por segundo del film.
En este juego de correspondencias, Philippe Decrauzat acentúa las interrelaciones para revelar los artificios. La discontinuidad que caracteriza al film de fotogramas es el asunto mismo del vídeo de Philippe Decrauzat, una discontinuidad que encontramos también en el degradado pictórico en blanco y negro, sincopado por cortes blancos. «El cine utiliza imágenes inmóviles, proyectadas sobre una pantalla con una cadencia regular y separadas por cortes negros que resultan del ocultamiento del objetivo del proyector por una pieza rotativa, mientras que la película pasa de un fotograma al siguiente. El espectador recibe, por tanto, un estímulo luminoso discontinuo» (Jacques Aumont, « Le cas du cinéma », L’image, 1990-2011). En su más reciente exposición, Philippe Decrauzat presenta una película sin cámara en la que los ojos cerrados sustituyen el ritmo industrial del obturador. Esta deceleración se prolonga en la segunda instalación, donde la pantalla, terrible instrumento de nuestras rutinas cotidianas hiper-conectadas y distraídas, ha sido apagada para convertirse en un caleidoscópico pedestal para las pinturas, que son como una especie de trazas o residuos del tránsito de una imagen. El artista reinscribe la percepción en un cuerpo que se revela a sí mismo al confrontarse a un ojo- objeto, a una proyección en rotación, a un eclipse panorámico, a una secuencia de imágenes fijas que se multiplican hasta el infinito. Para la discontinuidad y la deceleración, pone en escena un cuerpo vinculado a las pulsaciones de la mirada, a las pulsiones del deseo, a un tiempo extendido en el que los espectadores pueden de nuevo producir su propio montaje y apropiarse de lo visible.
Julien Fronsacq
The exhibition Tenir pendant que le balancement se meurt is being presented with a narrative title, which, while not restricting the tale or the action, remains mysterious. Does this concern perpetual motion, implying the absence of friction and the transformation of energy? The show is organised around two installations: a film and a series of painted canvases, thanks to which Philippe Decrauzat draws perception towards a threshold, an eclipse, vertigo, discontinuity and deceleration. The title is in fact taken from a film script by the writer Samuel Beckett (Film, Samuel Beckett and Alan Schneider, 1965).
In the first part of the show, presented as found footage, a new editing of the opening sequence of Film is projected onto a rotating, hanging mirror. Thanks to this cunning set-up, an eye and the beating of an eyelid are projected one after the other in a loop onto the mirror and diffracted, then projected onto the wall and obscured by the mirror, which is an obstacle to the projector’s beam. In the second part of the show, black and white vertically shaded paintings have been hung on the four walls of a room, heightened by a reflecting black platform. The exhibition in its entirety evokes the history of optics: from the panorama theatreto the black digital screen, with classic perspective instruments such as the black mirror (17century) and the camera obscura, or optical games such as the praxinoscope (1876) and phenakistiscope (1832) which create the illusion of movement from a sequence of stills.
Philippe Decrauzat has based his exhibition at the Parra & Romero gallery, “Tenir pendant que le balancement se meurt”, on the locus of visual perception, its instrumentalisation, its occultation and the persistence of vision. It is by means of the latter that Goethe (Theory of Colours, 1810) removed the camera obscura from the Renaissance tradition, so as to create an incorporated perception. The persistence of vision, that lingering image coming from an external phenomenon, occurs when we close our eyes. Thus, optical perception cannot be reduced or modelled in a camera obscura, because it is physical, neurological and subjective. In his own way, Philippe Decrauzat has taken over the title sequence of Beckett’s historic film to turn it into a piece whose sole framing is that of an eye looking at us, and a closing eyelid. But the artist does not limit himself to a mise en abime of the stare or its reflexive situation. Philippe Decrauzat presents an alternation of what is perceived and what perceives, the subject and object, perception and eclipse. The entire history of optics, from classic perspective instruments to the cinematograph, tries to impose itself as a naturalistic, neutral, transparent and incorporeal element. After Goethe, and the inventors of the proto-cinema, Philippe Decrauzat shakes up the perceptive experience so as to enlighten its component parts (Jonathan Crary, “Techniques of the Observer”, October, 1988). Even movies present no break-century toys, given that they proceed from the animation of stills: “Take on/no take which shows a single eye lit by a spot. Interior, exterior, the reflection of light on the cornea is stopped by the beating of the lid. All these interruptions mean being able to cut up the existing sequence before re-editing it, while following all the possible variations to stretch out this movement over time” (Philippe Decrauzat).
Philippe Decrauzat has conceived this show as a kind of echo chamber, in which the elements chime with one another, and contaminate one other: the beating of the eyelid answers to the shutter of the film projector, letting the light through intermittently, and the rotation of the projected image to the panoramic line of the paintings, the number of paintings being indexed to the 24 images per second of the film. In this play of correspondences, Philippe Decrauzat highlights the relationships in order to show up the artifices. The discontinuity that characterises this film made up of photograms is the very subject of Philippe Decrauzat’s film, in a discontinuity that can also be found in its black-and-white pictorial scanning, syncopated by blanks. “The cinema uses still images, projected onto a screen at a regular pace, and separated by black-outs coming from the concealment of the projector’s lens by a rotary flap, during the journey of the film from one photogram to the next. Spectators are thus presented with a discontinuous luminous stimulus” (Jacques Aumont, ‘Le cas du cinéma’, L’image, 1990- 2011). In his latest show, Philippe Decrauzat presents a camera-less film in which closed eyes replace the industrial beating of the shutter. This deceleration is extended into the second installation in which the screen, that terrible instrument of our everyday, hyper-connected and distracted routines, has been turned off, to become the kaleidoscopic plinth of paintings, which are like a series of scans, or residues of the passing of an image. The artist resets this perception in a body which is awakening to itself, while being confronted by an object-eye, a rotating projection, a panoramic eclipse, a sequence of still images in a head-spinning, mind- boggling multiplication. Through discontinuity and deceleration, he presents a body called back to the beatings of a stare, to the impulsions of desire, to an extended time, in which all spectators can once again produce their own edits and assemble the visible.
Julien Fronsacq